BIODIVERSIDAD
ALIMENTACION DE LOS INSECTOS
PASIÓN POR EL NECTAR (insectos y flores)
Durante el verano los insectos buscan las flores con sustancias
más dulces, unas para comer ‘in situ’ y otras ‘para llevar’
Prados y áreas con vegetación se convierten en concurridos ‘bares’
en los que sirven esencias
JUAN ENRIQUE GÓMEZ Y MERCHE S. CALLE * WASTE MAGAZINE
Cada flor tiene un bicho, como mínimo. Es el balance de una rápida
observación en cualquier prado de montaña, secano o del litoral.
Durante el inicio del verano insectos y plantas se encuentran en
su periodo de mayor actividad. Para los primeros, de una
alimentación rica en azúcares y calorías dependerá su reproducción
y, por tanto, el mantenimiento de la especie. Para las plantas,
cuanto más atractivas puedan ser para los insectos, más
posibilidades tienen de que su polen llegue a otras flores y
lugares..... (...)
(...) La actividad es frenética. Las especies libadoras se afanan
en conseguir la mayor cantidad posible de los jugos de las
plantas, a los que se han llamado néctar por tratarse de
compuestos muy dulces e intensos. Las mariposas compiten con las
abejas, y éstas últimas, con un sinfín de otras especies que como
las moscas abejas, las esfinges y zigenas (mariposas
nocturnas aunque vuelan de día), y un buen número de dípteros
(entre ellos algunas moscas), y otros himenópteros que tiene forma
de abejas pero que, en realidad, son otras especies, como los
Bombus
terrestris, al que conocemos como abejorro, y
Xilocopa
violácea, que también se llama abeja carpintero, de color
negro azulado y de gran tamaño.
La intensidad en la búsqueda del mejor néctar es tan grande que
durante esta época es cuando la mayoría de los insectos libadores
pueden ser observados y fotografiados con mayor facilidad, ya que
se aferran a las flores de las que se alimentan con tal pasión que
ni se mueven. De hecho, los etólogos (científicos que estudian el
comportamiento animal) aseguran que durante este periodo de
alimentación a tope, es cuando los insectos son presa fácil de sus
depredadores, como aves, reptiles (lagartos y lagartijas), otros
insectos como los mántidos –dan cuenta de una mariposa de tamaño
medio en pocos minutos–, e incluso pequeñas arañas, que como la
denominada
Thomisus onostus (araña cangrejo), les esperan
escondidas entre los pétalos de las flores de las que
habitualmente se alimentan las especies libadoras.
Lo más dulce
Como en los humanos, no todos los lugares ofrecen la misma calidad
en los alimentos, tanto para comer como para beber. También las
flores son más o menos ricas en azúcares, tienen su néctar con
diferentes grados de dulzor, lo que condiciona qué tipo de
especies son las que acuden a una u otra flor. Artículos
científicos publicados en Proceedings of de National Academic of
Science, demuestran que unos néctares atraen a las mariposas y
otros a las abejas. La causa está en dos circunstancias, los
lepidópteros (mariposas) extraen el néctar libando con una larga y
fina trompa que introducen en la flor para chupar sus sustancias.
Con esa trompa pueden llegar a zonas más internas de la planta,
donde el contenido en azúcares es menor, y además consiguen un
líquido menos denso. Las abejas, en cambio, utilizan una especie
de lengua para chupar poco a poco el néctar, y pueden lamer
sustancias más densas, por lo que también son más dulces. La
proporción de azúcares en las plantas visitadas por las abejas y
las mariposas es según esos estudios, de un 35% en las habituales
de las abejas y un 25% en las que utilizan las mariposas.
En muchos casos diversas especies de insectos comparten una misma
flor, conviviendo sin problemas, si con ello logran alimentarse.
La mayoría de los que vemos en las flores están comiendo ‘in
situ’, como el que se toma una ración en un bar, pero otros
también hacen acopio de sustancias para llevarlas al lugar donde
se encuentran sus congéneres, como es el caso de las abejas, que
además de tomar su ración de néctar, usan el sistema de ‘comida
para llevar’ a la colmena.
La pasión que el néctar de las plantas provoca en multitud e
insectos no les sale gratis. Ese alimento tiene una
contrapartida para las especies vegetales. Ofrecen sus jugos
azucarados y, a cambio, esperan que el insecto se lleve su ración
de polen pegado en sus patas, alas y cuerpo para dejarlo caer en
otras flores situadas en el territorio en el que se mueve, con lo
que ayudan a la planta a reproducirse. En muchas ocasiones vemos
insectos, sobre todo abejas, que llevan las patas cargadas de
polen, con grandes bolsas que más tarde depositarán en sus
colmenas para ayudar a generar la miel, pero en ese proceso se
dejan otras cantidades de polen en las flores que visitan, con lo
que han provocado la fecundación y reproducción de la planta.
Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachussetts, indicaba
recientemente que desde el punto de vista de una planta el
objetivo es conseguir que el insecto, que ha bebido su néctar y se
ha llevado una buena dosis de polen en sus patas, llegue a otra
flor de la misma especie y no se desperdigue por otras
plantas. Para conseguirlo, los vegetales generan néctares
especialmente atractivos para determinados insectos, en sabor y
propiedades. También desarrollan formas que puedan
atraerles, y sistemas que les hagan más visibles, como las que se
ven de una manera especial con luz azul y ultravioleta, que atrae
más a las abejas, que tienen sus ojos sensibles a ese tipo de
iluminación.
Libadores
Mariposas:_ Los lepidópteros se alimentan con una larga trompa que
introducen en el interior de las flores para conseguir el néctar
más líquido posible.
Abejas:_ Utilizan una lengua con la que frotan las partes
exteriores de las flores, con un néctar más denso y más dulce
Peligro
Atención:_ Los insectos que se alimentan de néctar se esmeran
tanto en su labor de succión que se descuidan, lo que aprovechan
sus depredadores.
Compensación
El polen:_ Las plantas ofrecen su néctar a los insectos que, a
cambio, transportan el polen a otras flores y colaboran en la
reproducción de las especies vegetales.
‘Marketing’ para atraer insectos en Sierra Nevada
Sierra Nevada es uno de los espacios del planeta en los que las
plantas tienen que esmerarse para atraer a los pocos insectos que
viven en las altas cumbres. Las especies de zonas situadas en
altitudes que van desde 2.000 a 3.478 metros (pico del Mulhacén)
se revisten de colores muy especiales, más atractivos cuando la
radiación ultravioleta, máxima en estas cotas, es una de las
constantes de su ecosistema, y sobre todo cuando tienen que
conseguir reproducirse en un periodo de tiempo muy corto, ya que
la mitad del año lo pasan bajo la nieve. Se ven obligadas a
aplicar su particular ‘marketing’ para conseguir clientes que
beban su néctar y que, a la vez, lleven su polen a otras flores de
su misma especie.
Ocurre con especies como la amapola de Sierra Nevada, que solo
crece en el Mulhacén, o la violeta nevadense, y diferentes
senecios, además de los cardillos de alta montaña.
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